10/09/2009

Efímero Espejismo



Tenía 12 años cuando fui suspendido de clases por primera vez. Cursaba el primer año de secundaria, aún no era capaz de leer un libro entero, sin embargo, iba conociendo día a día diferentes palabras y fue una de esas palabras la que me sentencio. “te voy a profanar” decía el papel que le envié a mi compañera. Profanar, para mí era sustraer un cadáver de una tumba. La broma no tenía sentido alguno, simplemente lo hice por aburrimiento. En ese momento nos encontrábamos en clase de religión y el profesor, el cual lo consideraba muy interesante, tomo el papel. Lo leyó, pero de momento pareció no importarle. Pasaron dos horas de clase y él mismo se acerco hasta el salón para buscarme. Yo sabía muy bien que algo malo estaba por ocurrir. El profesor fríamente tan solo me dijo”sígueme”, caminamos hacia su oficina, que no se encontraba lejos de mi aula. Él iba adelante mío unos cinco pasos, mientras yo detrás de él pensando en que podría ocurrir. ¿Tan grave era haberle dicho a una compañera de clases, que iba a sacar su cuerpo de la tumba? Me senté frente a mi profesor, en cambio el buscaba en su biblioteca un antiguo libro (todos lo eran). Puso sobre su escritorio un diccionario y aún sin decirme ni una sola palabra se dispuso a buscar “Profanar”. Me leyó a pie de letra todo lo que el diccionario decía. Esa frase sin sentido que había escrito por aburrimiento, resultaba ser en otro contexto una proposición totalmente procaz. Yo quise hacerle entender que esa no fue mi intención, pero quizás era un poco difícil creer a un niño de 12 años esto. El mismo día en la formación de salida, me entregaron un papel donde indicaba que se me había sido suspendido. “Viejo de mierda”, repetía dentro de mí. Sentía que me había traicionado, él parecía ser mi amigo. En verano cuando mi padre fue a tesorería a pagar mi matricula, le dijeron que no podía ser matriculado por conducta. Luego de utilizar todos los contactos posibles y haber hablado con todas las autoridades del colegio, se me dio una nueva oportunidad. El año siguiente, simplemente fue como si ese anciano nunca hubiese estado frente a mí. Llego el tercer año de secundaria y ese resentimiento que tenía en mi interior fue desapareciendo lentamente. El que no me haya enseñado durante ese año sirvió de mucha ayuda. Estando en el cuarto año, nos indicaron que tendríamos un nuevo curso, Psicología, lo dictaría el mismo profesor de religión de los anteriores años y como si fuera poco sería el tutor del aula. Los días transcurrieron con normalidad. Ahora prestaba con cierta admiración cada una de sus clases, pues era un hombre muy inteligente. A lo largo de todo ese año ocurrió nuevamente otro hecho muy relevante. Me llamo el director de disciplina, me pareció un tanto extraño, puesto que ya no era el niño hiperactivo de primero de secundaria, había cambiado y mucho. Le habían informado que yo en una ocasión dije que mi padre le había dado una fuerte suma de dinero para que no me llegasen a expulsar del colegio. Me veía metido en un grave problema. Nunca pensé que el que había dicho eso (lo cual era mentira) haya sido mi tutor, sí, mi profesor de psicología. Fue un malentendido, pero el orgullo de uno resulta siempre ser más fuerte que cualquier otro sentimiento. El comentario no pareció importarle mucho al director, dado que no tomo ninguna medida drástica. Sorprendentemente llegue al último año de mi instrucción secundaria. Estaba muy entusiasmado por el curso de filosofía, debido a que para ese entonces ya había leído varios textos filosóficos, que me llamaban muchísimo la atención. Pero valla sorpresa, mi tutor del año pasado seria el que lo dictaría. “Mierda”, pensé, pero conforme fueron pasando los días, increíblemente logré volver a admirar a ese profesor.
Ahora me doy cuenta que todo ocurrió por algo, y no me quejo. Creo que fue lo correcto. Descubrí también a una persona que aunque suene zalamero, cambio mi forma de pensar. Me enseño sobre la filosofía tradicional hasta la contemporánea. Simplemente Gracias


 
Juan estoy seguro que algún día dijiste, que allá en tu país, llevaste cursos de francés:
Professeur. Je veux simplement lui dire, que bien que vous ne créiez pas cela, elle est une personne très importante pour moi, grâce à ce que chaque cours que vous m'avez appris (montré), a servi pour que je me suis forgé dans des valeurs et ces sciences si étrangères. Je crois que les deux nous nous rencontrons que le de l'humanisme est sur n'importe quelle autre science et c'était cela ce que j'amène à écrire.
Le veut et l'admire. Son élève
Bernardo Robles Headrington


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